Un beso... y una bofetada... son el paradójico inicio de una relación profunda y conflictiva de amor y odio entre Octavio y Ana Cristina.

A la muerte de su tío Fernando, Octavio, un hombre recio y viril que ha vivido apartado de su familia por muchos años, regresa a su ciudad natal para asistir al funeral. Culpando a su tío de la ruina y muerte de su padre y de haberlo separado de Frida, la mujer que amaba, Octavio sin embargo llora su muerte a solas, ya que alguna vez fue como un padre para él.

La historia de Ana Cristina está envuelta en el misterio. Adoptada desde su nacimiento por Manuel, a quien cree su abuelo, ha vivido con él toda su vida en una pequeña cabaña en la propiedad de Fernando, quien fuera su protector y a quien quería como a un padre. A pesar de haber vivido en el mismo lugar, Ana Cristina y Octavio jamás coincidieron, y es hasta ahora que se conocen por primera vez.

Pero la maldad acecha el lugar en la persona de Marcial, el corrupto administrador de la fábrica de calzado de Fernando, quien, ambicioso por quedarse con la empresa, envenena la mente de Octavio diciéndole que Ana Cristina usó su belleza y juventud para seducir a Fernando y sacarle dinero. Cuando se lee el testamento y Octavio se entera de que Fernando lo ha nombrado heredero de su fortuna con la condición de que se case con Ana Cristina, su resentimiento contra la muchacha aumenta, para satisfacción de Marcial. Ambos se niegan a contraer matrimonio, aunque en el fondo no pueden evitar sentirse atraídos el uno por el otro.

Frida, quien fuera la novia de Octavio, no es la mujer dulce y sensible que Octavio imagina; es fría y calculadora, con los ojos puestos siempre en el dinero. Enterada por su amante, Marcial, de la inesperada fortuna de Octavio, regresa ahora a reanudar su relación con él y es ella quien lo convence de casarse con Ana Cristina, asegurándole que aquella insignificante muchacha no evitará que ellos dos sigan amándose.

Ana Cristina, por su parte, se deja convencer por su abuelo de que debe cumplir con la última voluntad de Fernando, a quien tanto quiso. Así, se lleva a cabo la boda y los únicos complacidos por ello son Marcial y Frida, mientras Octavio y Ana Cristina inician una vida de ásperos enfrentamientos y descontento, una guerra de voluntades que se intensifica día con día.

Entre el Amor y el Odio está la línea del perdón y cruzarla significa darle vida al corazón.